Caminos de historia

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Hay veces que las historias que cuentan algunas personas se vuelven una realidad para todos. Siempre me habían contado que el camino al Ex-Convento de Bucareli era muy largo y 27 kilómetros de terraceria no se pasarían rápido. Esta historia todos los que se han preguntado por la sexta misión franciscana de la Sierra Gorda Queretana la han escuchado. Esa era la razón por la que yo no me había animado a ir. Pero esa historia se queda realmente corta de la realidad. La distancia y el tipo de camino son verdad, pero también es verdad que es cerca de kilómetro y medio en bajada vertical y que en bicicleta es una experiencia única. Los paisajes durante todo el trayecto también son inigualables.

Al llegar a la parte más baja puedes comenzar a ver como va cambiando la vegetación, lo que empezó como bosque pasó a desierto y terminó en un oasis al fondo del cañón. Entre árboles de mangos y aguacates vas entrando a Bucareli, ese lugar que los franciscanos consideraron importante para evangelizar a los indios chichimecas de la región. Entrar a Bucareli sin duda te recuerda un poco de todo esto, así como si llegaras a Macondo y recordarás toda la historia del pueblo.

Aprovechando que aún no era la hora de la comida fuimos a conocer el Ex-Convento y la iglesia que quedó inconclusa. El pueblo se ha organizao para abrir el lugar al publico, y con el paso de los años han podido proteger lo poco que queda de la que alguna vez fue una vasta biblioteca de teología. La historia cuenta que Tomás Mejía, escapandose del ejército de Juarez vino a Bucareli a esconder el tesoro de Carlota y a organizar su salida del país. Tomás Mejía era de la zona y su plan de salvar a Maximiliano incluia llegar hasta ahí y mediante los caminos antes utilizados por los indios chichimecas escapar al norte y posteriormente a Tamaulipas.

Una vez que terminamos el recorrido decidimos ir a la cabaña que habíamos rentado para pasar la noche. Para nuestra desgracia cuando llegamos había dos parejas que habían rentado otra cabaña y que tenían una bocina del tamaño de niños siameses de 8 años. Después de sufrir mucho con su música les pedimos que bajaran el volumen y así lo hicieron dejandonos hacer una carne asada y descansar por el resto de la tarde. Los días entre montañas de más de un kilometro de altura se termina temprano y aprovechamos la oscuridad para dormir y descansar.

Al siguiente día aprovechamos para caminar un poco a ir a pasear frente a la antigua iglesia y bajar al río. Ahí encontramos un lugar con tirolesas, que sin duda formarán parte de nuestro siguiente viaje pues era hora de volver y nuestra casa nos esperaba.

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