Salimos de Huatulco en un autobús que tomamos en la terminal y eso nos hizo pensar que sería un buen viaje. Para nuestra gran desgracia el autobus no contaba con aire acondicionado y parecía que los asientos querian tirarte al piso. Por suerte nuestro destino no estaba muy lejos y justo en el entronque de Pochutla terminamos bajandonos y esperando un taxi para acompletar nuestro trayecto con destino a Playa Estacahuite. Era la primera vez que llegariamos a un lugar que habíamos reservado con anterioridad, pero al bajarnos del taxi y ver el camino abandonado para llegar a nuestro cuarto no nos sentiamos muy emocionados. Caminamos escaleras abajo hasta llegar a la playa, cruzamos unos metros de playa y llegamos al final del lugar donde nos esperaban para enseñarnos nuestra “cabaña”. Era exactamente eso, una cabaña de madera con una cama y una mesa; pero era perfecta, no había casi nadie en la playa y tenía todo lo que necesitabamos. Esa tarde solo remojamos nuestros pies en el agua y celebramos con unas cervezas bien frías y otras calientes porque se terminaron las del refri.
Nuestro segundo día fue exclusivamente para nadar, no hicimos otra cosa que nadar una y otra vez. Intentamos ver peces nadando y filmarlos, pasar de una playa a otra y simplemente flotar en el agua mientras las olas nos llevaban de un lado a otro. El día fue de lo más relajante y ya entrada la tarde subimos a la parte más alta de la playa para tomar una cerveza y seguir descansando. Sin duda si lo que quieres es descansar, Playa Estacahuite es lo mejor que existe en la zona.
Hace mucho que no nos relajabamos tanto en un viaje y disfrutabamos solamente del momento y el lugar sin necesidad de movernos más de 50 metros. Esos tres días nos dieron toda la energía que necesitaríamos para continuar con nuestro viaje. Al tercer día empacamos todas nuestras cosas, nos pusimos nuestras chanclas y caminamos cuesta arriba hasta la carretera, donde un taxi nos llevó hasta el entronque para tomar otro autobús…
Leave a Reply