Nuestra semana santa terminó funcionando como un fin de semana largo. Salimos pasado medio día de Valle de Bravo con dirección a San Joaquín. Pero nuestro buen ritmo de viaje se vio interrumpido por el constante recordatorio de la cascada de Tixhiñú, ubicada a unos pocos kilómetros de Aculco, aun dentro del Estado de México. La cascada no tiene mucha infraestructura para recibir a los visitantes ya que la construcción de admisión y los baños parecian permanentemente cerrados. Tuvimos que bajar encontrando nuestro camino para llegar a la parte más bonita, justo donde cae la cascada.
Seguimos nuestro camino hasta San Joaquín, donde llegamos ya cansados poco antes del anochecer. Para nuestra suerte el Parque Nacional Campo Alegre siempre está disponible para recibir campistas. Te puedes quedar gratuitamente ahí, existen unos pequeños techos y asadores que puedes usar, pero como nosotros llegamos tarde ya no había ni techos ni asadores disponibles. Por suerte llevábamos nuestra pequeña estufa y cocinamos una cena sencilla antes de caer dormidos.
Dormimos de lujo, es lo que nos hubiera encantado decir. Como llegamos tarde no nos dio tiempo de encontrar un lugar plano para montar la carpa y la pendiente nos hacía rodar ligeramente. Pero al siguiente día ya con todo guardado en la camioneta habíamos olvidado ese detalle. Nos dirigimos a la Zona Arqueológica de Las Ranas que se encuentra a las afueras de San Joaquín. Para nuestra buena suerte el lugar estaba casi vacio y pudimos conocerlo sin estar caminando entre un mar de turistas. Las Ranas es un centro ceremonial con vistas estratégicas sobre las montañas que lo rodean.
Bajando de las Ranas decidimos pasar a desayunar a un lugar en la carretera donde probamos las quesadillas de flor de maguey. Con nuestras energías de vuelta bajamos a San Joaquin a caminar por la plaza y sus calles. Ahí conocimos a una mujer que nos contó un poco sobre el concurso de Huapango que se hace cada año en San Joaquin. Principalmente participan los habitantes de las diferentes Huastecas del país, pero este año hubo concursantes Polacos, pertenecientes a una de las comitivas que venían desde Estados Unidos. San Joaquin es famoso por sus atractivos naturales y culturales, por lo que en cuanto nos contaron de las Cascadas Maravilla decidimos que ese sería nuestro siguiente destino.
Bajar a las cascadas es toda una travesía pues son bajadas empinadas en las que todos se van quejando (escuchar las quejas es lo más pesado). Pero una vez que llegamos a las cascadas no parecían tan llenas de gente como nos imaginamos. Dentro de las oleadas de bañistas teníamos algunos minutos para aprovechar solos con la cascada y tomar algunas fotos. La primer cascada de arriba hacia abajo es la más impresionante por su altura, pero debido a lo empinado del terreno solo se puede apreciar desde abajo. La segunda cascada grande es más amplia y al mismo tiempo tiene un espacio más grande para nadar y aprovechar el espacio. Si uno sigue caminando como nosotros llegas hasta las alberca, las cuales no son muy bonitas que digamos y por ahí están las motos. Por la modica cantidad de 50 pesos te llevan hasta la parte más alta. Había una fila de más de una hora, pero debido a que había dos lugares vacíos que nadie quería subimos después de sólo 10 minutos de espera.
En la entrada de Cascadas Maravillas nos recomendaron acampar en Cedral Park, a unos pocos metros de la desviación que deberíamos tomar el siguiente día para ir a Toluquilla. Al llegar ahí nos emocionó la atención del lugar y el buen trato que recibimos. Cuentan con cuatro cabañas para 8 personas cada una, pero también muchos espacios para acampar. El costo por persona es de $150 y el de la cabaña son $1,200 por todo. A diferencia de la noche anterior aquí nos dieron madera para hacer nuestra fogata y estuvieron al pendiente de nosotros.
Al siguiente día salimos no demasiado temprano a la Zona Arqueológica de Toluquilla, pero al llegar nos dimos cuenta que eramos casi los únicos en el lugar. Nos quitaron nuestro tripie en la entrada, al igual que en casi todos los sitios arqueológitos (seguimos intentando de cualquier manera entrar con él). El lugar es casi completamente plano al interior, y son cerca de 300 metros cuadrados de construcciones que han sido restauradas. La parte más lejana a la entrada está aun cerrada al público pero según nuestra votación es el mejor sitio arqueológico de ese tamaño en el que hemos estado.
Saliendo de Toluquilla tomamos dirección al destino más escondido del viaje, iríamos a Maconí, un lugar que sonaba un poco a mágia. La entrada desde la carretera lo corrobora, comienza en bosque y baja hasta llegar a una zona semi-desertica. Al llegar pudimos corroborar una de las dos cosas que sabíamos del lugar, que la gente es amable y alegre, y que tienen una cascada que nos dejaría con la boca abierta. Comimos para tener energías y tomamos las últimas indicaciones, tendríamos que manejar ahsta la orilla del pueblo y caminar entre 15 y 45 minutos, nadie nos sabía decir cuanto sería. Fueron 45 minutos, pero doblando la última piedra pudimos ver la cascada de frente. Sin duda una de las mejores maneras de llegar, y en el lugar sólo había una familia que nos había acompañado a bajar, estaba completamente solo con la hermosura de su cascada y su basura. Tapandonos un poco los ojos, intentamos hacer caso omiso de la basura que había, pero decidimos no nadar. Subimos como si escaparamos por nuestra vida, estabamos de regreso en la camioneta en menos tiempo del que nos había tomado bajar y decidimos tomar la decisión de manejar hasta Querétaro para poder pasar la noche ahí y descansar un poco antes de comenzar a trabajar el lunes.
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