Hay dos tipos de viajes, los que se adaptan a los tiempos que tienes y los que necesitan de su propio tiempo. Esta vez estábamos un poco apretados de tiempo pero nos interesaba mucho ir a conocer la gran venta de Esferas en Tlalpujahua. Decidimos empacar cosas para una noche y tomar rumbo al límite entre Michoacan y el Estado de México. No tardamos mucho en darnos cuenta que todos los hoteles de Tlalpujahua estaban llenos y recurrimos a un hotel en el Oro que ya conociamos. Podríamos desde ahí ir a visitar Tlalpujahua sin necesidad de manejar demasiado. Pasamos a dejar algunas de nuestras cosas al hotel y seguimos nuestro camino hasta Tlalpujahua, que hizo bien a recibirnos con bastante frío (para nosotros).
Debido al exceso de gente en el pueblo, nuestro error por ir en una de las temporadas más turísticas, tuvimos que buscar estacionamiento en las afueras y caminar un poco. Por suerte para nosotros esto implicó entrar a Tlalpujahua por un callejon que bordea el Convento Franciscano ubicado en las faldas del pueblo. Aprovechando esa entrada pasamos a conocer el convento franciscano, sus baños con luz azul y verde y si templo. Sin contar los baños espaciales que se ven desde el interior del convento, todo tiene un aire meditatico y tranquilo. El convento se encuentra en uso constante por su aspecto y el Templo se mantiene en muy buen estado y perfectamente bien arreglado para las festvidades que se acercan.
Desde ahí comenzó nuestra travesía entre puestos de esferas mientras subíamos poco a poco. Parecía que todo el pueblo estaba en las calles vendiendo esferas, y eso es exactamente lo que pasaba, todos estaban vendiendo. Aún cuando parecería monótono encontrarse con un puesto tras otro de esferas de vidrio soplado todas tenían su encanto. Cuando no había puestos de esferas, había de pan; y en esos hicimos mil y un escalas para recuperar nuestras fuerzas. Al final llegamos al Santuario de la Virgen del Carmen donde una novia despistada posó para ser fotografiada por accidente mientras el sol se escondía.
Comenzó nuestro largo descenso hasta llegar al estacionamiento y tomar rumbo al Oro, cambiando de estado en tan solo 6 kilómetros. Ahí cenamos en el famosisimo carro de tren y después pasamos a descansar a nuestro hotel. Esa noche dormimos como piedra entre una montaña de cobijas para evitar perder los dedos por congelación (realmente no hizo tanto frío). A la mañana siguiente guardamos todas nuestras pertenencias para regresar a conocer lo que nos hacía falta de Tlalpujahua. Obviamente nuestro primer destino fue la Ermita del Carmen, ahora conocida como Iglesia Hundida del Carmen por haber sido enterrada con lodos tóxicos. Cuenta la leyenda que corría el año de 1937 y debido a las lluvias del los últimos días el 27 de mayo, cerca de las 5 de la mañana la presa que contenía lodos tóxicos provenientes de las diversas minas colapsó y envió sus entrañas a todo lo que había cuesta abajo. El antiguo pueblo de Tlalpujahua quedó perdido en su mayoría. Solo queda de la Ermita la torre, la pila baptizmal y el altar. El altar después de toda la devastación aun poseía la imagen de la Virgen del Carmen, el cual fue desmontado y llevado manualmente a la actual iglesia.
Desde ahí nos ganó la curiosidad por la historia de la pintura que decidimos volver a ir a la Iglesia principal donde ahora estaba colocada la pintura para poder observarla con mayor detalle. En el proceso volvimos a visitar mil tiendas de esferas, dentro de ellas la Villa de Santa Claus. Un lugar curioso pues no solo venden árboles de navidad falsos y hacen esferas manualmente; también gozan de gastronomía alemana, café y pizza para los hambrientos. Salimos con rumbo fijo a la Iglesia pero de nuevo nos desviamos, esta vez para conocer a una increíble persona, la Maestra Vicenta Morales Cano. Ella lleva mucho mucho muchos años haciendo mermeladas, rompope, y todo tipo de cosas deliciosas. No pudimos evitar pasar un rato en su tienda mientras nos contaba lo que hacía y nos invitaba a participar en la siguiente temporada de preparación.
De ahí nuestro camino a la iglesia fue más directo pues teniamos que volver antes que la noche nos agarrara en esa carretera que rodea Villa Victoria y que tiene baches, pedazos sin pavimento, doble carril de revase en perfecto estado y todas las variacione sintermedias que puede tener un carretera.
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