Misiones Surrealistas

Que noche tan más molesta fue esa segunda noche, llegaron unas personas en una camioneta a tomar como a la una de la mañana junto a donde yo estaba dormido. Obviamente no se quedaron cuando vieron que había alguien durmiendo ahí decidieron huir muy lejos, o mínimo lejos de donde yo estaba. Mi primer acción fue despertar al perro que se había dormido recargado en mi casa de campaña que yo ya consideraba mi amigo pues después de los intrusos llegaron muchos perros a merodear mi campamento y este perro alejó a todos ellos. Es por eso que compartí mi desayuno de galletas con él, fue mi primer amigo de todo el viaje y aún lo llevo en mi corazón.

No todo pasa a la velocidad que uno quiere y esperar a que se secara el techo de la casa de campaña no era una de las prioridades del viaje por lo que lo guardé sin doblar en el asiento trasero. Ya estando tan cerca de Concá decidí pasar a desayunar ahí pues recordaba que había una pequeña fonda a unas cuadras de la Misión.

Después de recorrer las calles un poco y tomar algunas fotos iba de regreso al carro cuando noté una tiendita sobre la cual podía pararme a tomar una foto. Pedí permiso a la señora Reina (dueña del lugar) de subir al techo y ella accedió pidiéndole a su hija que me guiara hasta llegar a unas escaleras que subían al último nivel. Después de tomar la foto me despedí y prometí mandarle una copia la siguiente vez que pasara por ahí (si alguien va avíseme y le mando la foto).

No quedaba más que apuntar rumbo a la Huasteca y el camino comenzó muy bien pero las distracciones están por todas partes. Mientras manejaba sentí la necesidad de hacer una pequeña escala en Tancama pues los sitios arqueológicos siempre me llaman a hacer parada ahí. El lugar controlado por el INAH estaba en muy buenas condiciones aún cuando parecía que nadie lo visitaba. Me tomé un descanso de manejar y camine por toda la zona un par de veces mientras me servía para estirar los pies. Una vez de nuevo en el carro enfilé mi camino a Xilitla pero ahora se me cruzó una Misión, la de Landa de Matamoros, e hice una parada técnica para tomar un par de fotografías y seguir mi camino, ahora sin escalas.

La entrada a la Huasteca desde la Sierra Gorda es emocionante para manejar, sales de un valle entre las montañas y en menos de lo que te das cuenta ya vas manejando por la orilla de las mismas con una gran caída de tu lado derecho. Esto va generando unas hermosas vistas por toda la carretera hasta llegar a Xilitla que es un pueblo conmuchísima vida pero el cual no estaba destinado para conocer en este viaje. Las indicaciones a Las Pozas te llevan hasta la entrada de las construcciones de Sir Edward James donde lo único que no está perfectamente organizado es el estacionamiento.

Lo primero que hice una vez dentro fue recorrer rápidamente lo más cercano a la cafetería y regresar para comer algo ahí y dejar recargando una de las baterías de la cámara. Con las energías recargadas comencé a recorrer todo el lugar que había cambiado un poco desde mi última visita. Algunos lugares estaban cerrados ya que el tiempo y la humedad habían hecho de las suyas y las estructuras no eran de fiar.

El lugar es impresionante y uno podría pasarse los días recorriéndolo con la tranquilidad del mundo, desafortunadamente a mi me corrieron como 3 veces debido a que ya iban a cerrar y todos se tenían que salir del lugar. Sin más que decir o hacer tomé mis cosas y me subí al auto que era mi segundo hogar después de la casa de campaña.

Encontré un lugar que se llama Finca Santa Mónica el cual hasta una cancha de tenis tenía, aunque creo que se la rentaban a los instructores para dar clases. El lugar es un gran jardín con un par de cabañas donde dormir y baños y regaderas muy limpios. Puse mi casa de campaña, cené y acomode todo lo que tenía regado por la mochila y el carro. El siguiente día aún era bastante incierto y me dormí con la gran duda de que seguiría.