Río de Perros

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La noche pudo más que nosotros y tomando una ruta de casi el doble de tiempo oscureció desde que pasamos por Teziutlán pero decidimos seguir hasta Tlapacoyan y buscar donde dormir ahí. Al llegar a Tlapacoyan parecía que no encontraríamos hotel ni nada que comer. Pero muy contrario a lo que creíamos había un gran número de hoteles ahí y decidimos dormir sin cenar. Terminamos pasando la noche en la Posada Oliver, en una habitación bastante espaciosa con una gran mancha de humedad en el techo. Claro que esa decisión tuvo resultados buenos pues fueron ellos los que nos pusieron en contacto con Geu, encargado de Ríos Extremos, que sería nuestra aventura del siguiente día.

Pasó por nosotros al hotel y salimos corriendo sin haber desayunado, por suerte él nos llevó a su campamento y nos sirvieron algo de comer antes de salir. Salimos del campamento en una camioneta con todo el equipo necesario y un poco más. En la camioneta iba una familia de Irapuato y una pareja de la Ciudad de México que viajaba con dos perros así como dos guías y un chofer. Subimos mucho en el trayecto de carretera, hasta llegar a la parte más alta del río, pero obviamente la camioneta no llegaba y nos tuvimos que bajar para caminar de bajada durante más de media hora. Por suerte las bajadas son menos cansadas que las subidas, los remos nos servían como bastones y los cascos como canastas para guardar naranjas. Cuando finalmente llegamos nuestros guías ya habían llegado con las balsas y las estaban inflando, los perros que se habían perdido en el camino también llegaron. Ya tranquilos junto al río nos enteramos que nuestra suerte sería bajar junto con los perros compartiendo balsa.

Río de Perros-2

Bajar unos rápidos con dos perros es como llevar dos adultos borrachos muy miedosos en la balsa. Al principio todo iba bien, remábamos cuando nos decían, dejábamos de remar cuando cambiaban la orden y todo muy tranquilo y fácil. Una vez que las bajadas hicieron tambalear un poco más la balsa los perros se empezaban a preocupar y a intentar no caerse, eso indudablemente terminaba con pisotones en nuestros pies. Pasamos por una cascada que más bien parecía sólo un escurrimiento de agua de tres metros pero que aún así era muy bonito. Después de esto hicimos el cambio y pasamos nosotros al frente de la balsa y los dueños de los perros a la parte media junto con sus perros asustados.

Bajando el rio

Un poco más abajo entramos a una cueva donde por fin pudimos sacar la cámara del lugar donde estaba guardada para evitar que se mojara. Ahí nos dieron 5 minutos a solas dentro de la cueva para tomar una fotografía. Mientras caminábamos por el interior nos encontramos con que la mayoría de las piedras son bastante filosas y un resbalón involucraba una cortada segura. Por suerte los perros decidieron quedarse dentro de la balsa a esperar, sus dueños se tuvieron que quedar con ellos y no pudieron conocer la cueva.

Filobobos

Una vez que llegamos a la parte más baja de nuestro recorrido y bajamos de nuestra balsa y Beto, nuestro guía, nos enseñó donde podíamos comer unas muy buenas acamayas a la diabla. Nos regresamos hasta el campamento donde tomamos nuestro auto, nos pusimos ropa seca y regresamos por las acamayas y una mojarra. Después de haber comido como una familia de 5 regresamos por el mismo camino a comprar café en otro lugar que Beto nos había recomendado también. Ya comenzaba la tarde y enfilamos camino a la costa, esperando encontrar días soleados y un mar donde relajarnos. Sigue nuestra aventura de fin de año en “Esmeralda casi gris”.

Río de Perros

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