Después de una corta noche de descanso y despertarnos a las 4 de la mañana para poder salir de la Ciudad de México en un auto que no circulaba ese día comenzamos nuestra travesía con rumbo a Zacatlán de las Manzanas, Puebla. Obviamente llegamos extremadamente temprano a nuestro destino por lo que decidimos mientras comenzaba a amanecer dirigirnos rumbo al Valle de las piedras Encimadas pues pensamos que sería interesante llegar antes que el resto de los turistas. Efectivamente llegamos antes que el resto de los turistas, fuimos los primeros en el estacionamiento y también los primeros en entrar al parque cuando la puerta aún estaba cerrada. Queríamos aprovechar para captar la primera luz del día sobre las piedras y los de seguridad después de una pequeña explicación nos dejaron pasar. Desafortunadamente ya nos había ganado la primera luz y a las 7:20 de la mañana todo estaba demasiado iluminado por lo que paseamos un rato y seguimos nuestro camino rumbo a Zacatlán, ya sería más tarde que mi familia nos alcanzaría para regresar todos juntos al Valle.
Con bastante hambre nos dirigimos a Zacatlán a una hora más normal, aun así fuimos de los primeros en llegar al centro. Aprovechamos para caminar un poco pero principalmente para entrar a comer a un lugar llamado Restaurante PPP cuyo nombre invitaba poco pero el lugar era acogedor y apetecible. Después pasamos la mayor parte de la mañana y el medio día paseando por el centro del pueblo que tenía varios rincones por ver como la Parroquia de San Pedro y San Pablo o el Ex-Convento Franciscano. También aprovechamos el tiempo para dar un ligero vistazo al Museo del Reloj desde afuera.
Ya entrando la tarde nos dirigimos a las cabañas de Los Jilgueros a dejar nuestras cosas, pero nos perdimos en el camino por lo que llegamos ya un poco pasada la hora de la comida. Nos juntamos todos y fuimos al Valle de las Piedras Encimadas a recorrerlo con más detenimiento. Las formaciones te atrapan por horas continuas y nos fuimos una vez que cerró el parque, fuimos de los últimos en salir ese día.
Al regreso a las cabañas nos prendieron una fogata para juntarnos a platicar todo, pero como el día había comenzado tan temprano para nosotros terminamos durmiendo temprano, claro que el siguiente día nos esperaba de nuevo el Valle de las Piedras Encimadas, pero esta vez habíamos acordado con los guardias llegar a las 6 de la mañana para poder aprovechar la noche y tener algunas fotos distintas a las del resto de los turistas.
Efectivamente logré despertar a las 5 de la mañana para llegar ahí a las 6 esperando tener los primeros rayos de sol sobre las piedras, pero para mi sorpresa el Valle está a una altura mayor a los valles perimetrales y amanece de una manera distinta. Llegando temprano pude aprovechar para tomar un par de fotos de las estrellas y las piedras.
Aprovechando el día y regresando a reunirme con todos fuimos a la cascada de Tuliman, camino a Chignahuapan sobre la carretera 119, tomamos una desviación que se encuentra a medio camino. La cascada es impresionante, al igual que la cantidad de gente para poderla ver. Por suerte el grupo de personas que atienden el lugar son bastante organizados y siempre tienen lugar donde estacionarte y bien señalizado el camino.
Ya que estábamos en el camino seguimos hasta Chignahuapan, famoso por fabricar esferas de navidad y por la Iglesia de la Inmaculada Concepción que a decir verdad me dejó bastante impresionado con la monumentalidad de todo en su interior.
Ya en el centro pudimos caminar por sus calles y visitar la Parroquia de Santiago Apóstol que se encontraba cerrada y caminar por el jardín donde quedaban los restos de una esfera gigantesca y un Kiosco muy pintoresco todavía en pie. La visita no nos dejó tiempo para caminar mucho por el pueblo pues ya se estaba haciendo tarde y teníamos que regresar a Zacatlán, que en verdad estaba a solo 25 minutos de distancia o menos. Llegamos con la última hora de sol para ver a detalle los murales que se encuentran en el muro perimetral del panteón y que le dan vida al mirador que tienen de la cañada.
Llegando al hotel hicimos una carne asada nocturna, la cual también terminó con las últimas energías que teníamos y fuimos a dormir. Al siguiente día desayunamos en el mercado unas deliciosas quesadillas de hongos con chiltepin por última vez y continuar a despedirnos de la familia para seguir con nuestro camino rumbo a lugares más soleados. No te pierdas la siguiente entrada de este viaje “Bajando por la neblina”.
One Response
Francisco Guerra
Tal vez el cómico Capulina no te dice mucho, era originario de Chignahuapan y tiene su estatua de bronce en la plaza principal