Si ya llegaste hasta Toluca a hacer cosas y te esforzaste en encontrar un hotel para pasar la noche que no sea uno de esos hoteles de paso que todo mundo te recomienda, lo menos que puedes hacer es planear una visita al Nevado de Toluca. Lo primero que haces llegando al hotel es dejar tus cosas amontonadas en una esquina y sacar el celular que te liberará de todas las dudas que tengas para el siguiente día poder subir. En esa pequeña investigación aprendí que el Nevado de Toluca originalmente se llama Xinantécatl y llegar es muy fácil. La vida me ha enseñado a no confiarme de los señalamientos en esta parte del país y como ya es costumbre usé el GPS aunque fuera para salir de la ciudad, una vez en la carretera me deje guiar por mis recuerdos del día anterior donde había visto la desviación.
Claro es que tener el estómago lleno siempre es importante por lo cual decidimos hacer una parada técnica en las quesadillas que se encuentran justo en la desviación de la carretera. Una vez con el estómago lleno continuamos manejando hasta llegar a la entrada de lo que solía ser el Parque Nacional donde nos cobraron la entrada y nos dejaron pasar. Obviamente debido a la falta de condición que tenemos decidimos llegar lo más arriba posible antes de comenzar a caminar.
Una vez que llegamos al estacionamiento notamos que no solo no éramos los únicos, sino que había muchísima gente. Y que aun cuando el día pintaba muy bien mientras estábamos en Toluca, la parte alta del Nevado estaba llena de neblina. La caminata hasta llegar a la entrada al cráter fue relativamente sencilla pues había otros con menos condición física que nosotros y nuestro espíritu aventurero nos daba energías. Llegando a la entrada del cráter decidimos seguir subiendo ya que las lagunas del Sol y la Luna estaban llenas de hormigas, o gente, desde lejos no se podía distinguir muy bien.
Éramos pocos los que habíamos decidido seguir subiendo y eso era bastante agradable pues no estábamos tan juntos y eso siempre es bueno para mí. Desde ahí pudimos conseguir un par de fotografías ligeramente aceptables ya que la neblina lo ocultaba todo.
Bajar fue mucho más sencillo, nuestro propio peso funcionó a nuestro favor y casi solo tuvimos que hacernos bolita y rodar. Camino al estacionamiento nos encontramos con un conocido que había llegado mucho más tarde que nosotros y eso nos hizo sentir que nosotros habíamos calculado todo perfectamente. La verdad es que íbamos bajando porque ya teníamos frío y queríamos llegar a Valle con un poco de luz.
La carretera de regreso nos dio muchísimo sueño pero al mismo tiempo alimentó las ganas de hacer una parada técnica para comer-cenar en las Tres Vírgenes. Es un lugar junto a la carretera que aparentemente no se ve muy bien pero el interior es extremadamente acogedor con una chimenea que parece siempre prendida. Al final hay una gran terraza con vistas a las montañas. Terminando de comer, nos tomamos un café, un postre, descansamos la barriga y continuamos con rumbo a Valle.
Sin duda quedan ganas de volver pero un día de primavera o con una buena chamarra.
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