Cuando tenemos visitas de otro lugar parece que sacamos lo mejor de nuestra organización para llevarlos a donde ya conocen. Es por eso que el día que vino alguien de Morelia que conocía bien la zona de Valle de Bravo decidimos aventar una moneda al aire para ver a donde deberíamos ir. La moneda nos llevó a Santa Bárbara, nuestro primer plan que hicimos para visitar en la zona. Obviamente no estábamos preparados y mientras manejábamos rumbo a la zona íbamos buscando en el celular lo mejor que podíamos hacer por allá.
Intentando guiarnos con el celular no funcionó del todo pues curiosamente no hay explicaciones en internet de como llegar a las pinturas en los muros de las montañas de Santo Tomás de los Plátanos. De la tecnología pasamos a los recuerdos y ahí escuche en repetidas ocasiones “creo que es por aquí” y sus ligeras modificaciones como “como que me acuerdo de esto” y “ese árbol me parece conocido”. Pedimos algunas indicaciones, las cuales algunas veces fueron acertadas y otras no (siento que a la gente en general les causa una especie de placer hacer que un despistado se pierda un rato). Todo eso nos llevó a caminar pos mas de media hora cruzando campos de cultivo y arañas descansando en sus telarañas justo a la altura de los ojos.
Después de varios sustos con las telarañas logré escuchar un “esta puerta se ve conocida” y creo que fue lo mejor de la caminata. Pasando esa puerta que realmente no era muy practica pues ya no cerraba entramos por un pequeño camino de piedras hasta tener un gran muro de piedra de nuestro lado izquierdo, y al final una pequeña escalera de caracol que se veía completamente fuera de lugar. Nos acercamos y le dimos una patada a la escalera, y como nos esperábamos tembló y tembló y tembló. Cuando dejó de temblar subimos de uno en uno para asegurarnos de que todos pudiéramos subir y bajar.
Ya estando arriba pensé que entraríamos a una cueva a ver las pinturas, pero estas estaban en el muro exterior desgastadas por el sol y según me enteré también por los guías que les avientan agua para que los colores se vean más vivos. Nosotros descubrimos que algunas de las cámaras de los celulares que traíamos cambiaban las imágenes los suficiente como para que fueran perceptibles sin necesidad de mojar la pintura.
El regreso pareció más rápido y llegamos a Santo Tomás en un parpadeo, hicimos una parada técnica y seguimos nuestro camino rumbo a Santa Bárbara. Ahí en Santa Bárbara es donde se puede ver la iglesia hundida del original pueblo de Santo Tomás de los Plátanos. Esa moda muy de los 40’s y 50’s donde en el país se construyeron varias de las hidroeléctricas que estuvieron funcionando durante muchos años y se inundaron muchos pueblos en el proceso. En Santo Tomás quedó la torre de su iglesia, la cual se puede ver desde distintos punto, y uno de ellos es desde la montaña que se encuentra del otro lado de la presa y que es el camino que te adentra a Michoacan, un viaje que deberíamos de repetir este año.
Terminando nuestro recorrido por la parte más baja de la cuenca terminamos comiendo unos pescados fritos en un lugar junto a la carretera que ahora sus pescados en aceite hirviendo. El resultado es una especie de comida grasosa y crujiente que te hace pedir otro plato y que te cobra con pesadillas en la noche. Por suerte mientras terminábamos de comer tuvimos la visita de Los Uraños del Sur que nos agradaron la tarde con su música.
El regreso fue un poco cansado pero pasamos a celebrar el viaje con una cena en Carola para su primer fiesta inventada con música en vivo.
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