Tenía mucho tiempo sin salir de campamento, desde esos campamentos con varias familias en los que llevábamos mesas, sillas, y poco nos faltaba para tener un proyector y ver películas. Claro que también hubo algunas salidas más rústicas en las que teníamos que caminar para llegar al lugar donde acamparíamos. Eso le daba un toque de emoción, el hecho de no poder ver los carros y sentir que estabamos aislados por completo. La verdad es que pocas veces fue así, pero siempre se sentía como una gran aventura.
Para demostrarme a mi mismo, que así como mi papá organizaba campamentos yo también podía organizar uno decente, decidí empezar donde pudiera cometer la menor cantidad de errores. Parece broma pero llegando al Centro VivA, donde avisé con unos días de anterioridad me preguntaron más de tres veces si necesitaba que me prendieran la fogata. Obviamente dije que no, ¿qué tan dificil podía ser si había leña “seca”? Pues varias horas más tarde y muchos pedazos de ocote después me di cuenta que efectivamente era más complicado de lo que parecía. En esos momentos de frustración me dije a mi mismo -comprar esa estufita de gasolina blanca hubiera sido una buena idea-, pero claro ya no había nada que hacer al respecto. De cualquier manera nuestro plan B en cuestiones de comida no era tan malo (avena de sabores con leche para comer, cenar y desayunar).
Afortunadamente mientras oscurecía pudimos tener una fogata decente que prendió con el último pedazo de ocote que teníamos. Pudimos hacer unas pizzas un poco raras con pan árabe, queso y carnes frías. Comimos hasta reventar y nos fuimos a acostar mientras la fogata se convertía en brazas que el siguiente día prenderíamos para calentar agua para el desayuno; obviamente no pudimos revivir el fuego al siguiente día y nos comimos la avena.
Una vez todo dentro de la gran mochila de nuevo nos dirigimos a la parte más alta del terreno con una mochila de provisiones (dos cervezas y botanas). Sin duda las caminatas con un objetivo en especial tienen su encanto. Llegar a la esquina más alta era lo que queríamos, pero pasamos la mayoría del tiempo en un mirador ubicado unos 200 metros antes. Ahí nos pudimos tomar el tiempo para abrir las cervezas y observar el paisaje.
Mientras nos ibamos comenzó a llover aunque pareciera que las nubes nos dieron permiso de pasar la única noche sin lluvia en dos semanas. Fue bastante divertido pasar la noche al aire libre, la siguiente iremos a un lugar un poco más aventurero sin cargar con tantas chucherías y esta vez con una estufa que nos permita tomarnos el café de la mañana.
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